Había cruzado ya un par de veces por aquel teatro. Una tercera despertaría las dudas de espectadores que bebían en sus manos la última llamada a las afueras, a pesar de que los murmullos casi le volvían una ente vagante de la cual algunos cuantos serían sensibles a esa caricia de distracción; un sorbido borroso, una sonrisa angular, un parpadeo sordo.
No hacía falta reparar en sus ropajes desaliñadas, elegantes o cómodas respecto a rostros vergonzosos de pudor, angustia y aprehensión. Únicamente, estratégicamente sigilosa, concentró su silencio entre las puertas de aquel bullicio que tomaba los números por las espaldas, cual manifestación dopada por la incertidumbre del acto siguiente
Música en vivo.
Oscuros y fuegos artificiales entonaron una orquesta ebria casi delirante,
que amenazó la amargura de las gargantas atadas de expresiones que el raciocinio común no ha conseguido descolonizar. Algunos cristales nerviosos resquebrajaron sus astillas en copas ante los pies. Algunos poros fueron vaho, frío y calor. Asesinatos continuos e inmediatos des filaron como ciempiés mientras sílabas rompían de par en par en par subtítulos mentales. Nadie apenas entendía qué sucedía o cuál era el escenario, si hubo un personaje principal, antagónico o paradójico. La vida ahí parecía una y absoluta cámara oscura.
Oscuros y fuegos artificiales entonaron una orquesta ebria casi delirante,
que amenazó la amargura de las gargantas atadas de expresiones que el raciocinio común no ha conseguido descolonizar. Algunos cristales nerviosos resquebrajaron sus astillas en copas ante los pies. Algunos poros fueron vaho, frío y calor. Asesinatos continuos e inmediatos des filaron como ciempiés mientras sílabas rompían de par en par en par subtítulos mentales. Nadie apenas entendía qué sucedía o cuál era el escenario, si hubo un personaje principal, antagónico o paradójico. La vida ahí parecía una y absoluta cámara oscura.
Corte A. Segundo acto. Todo sigue igual.
El tiempo sin manecillas, el lenguaje sin lenguas, el orden sin caos en el máximo olvido. Elíxir y fuente, la propia extinción de mancos, tuertas y célibes que entre gemidos ahogados se abrían el telón.
Esta es la última llamada, última.
Comenzamos…